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lunes, 12 de abril de 2010

Contraste del color en sí mismo

El contraste del color en sí mismo es el más sencillo de los siete contrastes de colores. No requiere un gran esfuerzo a la visión, pues para representarlo, se puede emplear cualquier color puro y luminoso.
De la misma manera que la oposición negro-blanco señala el más fuerte contraste de claro-oscuro, el amarillo, el rojo y el azul constituyen las expresiones más fuertes del contraste del color en sí mismo (figura 4). Para representar este contraste, necesitamos por lo menos tres colores netamente diferenciados. El efecto que se deduce, es siempre multicolor, franco, potente y neto. La fuerza de expresión del contraste del color en sí mismo va disminuyendo a medida que los colores empleados se van alejando de los tres colores primarios. Así, el carácter del anaranjado, del verde y del violado es menos marcado que el del amarillo, del rojo y del azul. El efecto de los colores terciarios es todavía menos llamativo. Cuando los distintos colores van delimitados por trazos negros o blancos, su carácter particular se pone mucho más en relieve. Su irradiación y sus recíprocas influencias son entonces ampliamente neutralizadas y cada color reviste una expresión real y concreta.

Si la triple concordancia amarillo, rojo, azul encierra el más fuerte contraste del color en sí mismo, bien se comprende que todos los colores puros y no mezclados pueden formar un contraste de este tipo (figura 6).
A causa de las modificaciones de valor claro-oscuro, el contraste del color en sí mismo alcanza un número infinito de nuevos valores de expresión (figura 7). Además la relación cuantitativa de colores puede sufrir modificaciones. El número de variaciones es inmenso y, en consecuencia, es posible variar indefinidamente la expresión de la concordancia. El tema o el gusto subjetivo del artista decidirán si la concordancia debe realizarse con superficies coloreadas más o menos grandes o si la concordancia debe contener más blanco o más negro. Como lo muestran las ilustraciones propuestas para la realidad y el efecto de los colores, el blanco rebaja la luminosidad de los colores y los hace más apagados, mientras que el negro aumenta su luminosidad y hace que se manifiesten más claros. Por ello el blanco y el negro desempeñan un papel particularmente importante en las composiciones coloreadas (figura 5).

Para los ejercicios, la elección, de las superficies coloreadas es absolutamente libre. Pero este hecho puede ser un peligro. El alumno podría buscar, formas interesantes en vez de estudiar la intensidad y la tensión recíproca de las manchas de color. Podría dibujar manchas, pero esta pintura que dibuja es enemiga de la creación coloreada y debería evitarse a toda costa. En casi todos los ejercicios empleamos aquí sencillas franjas o tableros. La figura 8, muestra un ejercicio realizado sobre un tablero: se emplea el amarillo, el rojo, el azul, el blanco y el negro.

l alumno debe disponer los colores según dos direcciones para desarrollar el sentimiento de las tensiones de manchas coloreadas. La figura 9 muestra unos colores muy luminosos, iluminados y ensombrecidos con manchas negras y blancas. Al desarrollar la concordancia representada en la figura 6, el alumno puede hallar unos colores luminosos necesarios para el ejercicio de la figura 10.

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